jueves, 6 de mayo de 2010

JEFE, EJECUTIVO Y LÍDER

EL JEFE:

La función del jefe - cualquiera que sea la forma en que se le llame: responsable, directivo, líder - es conseguir que sus colaboradores hagan, y aquí radica una de las mayores dificultades. Para dirigir el jefe debe de aceptar dejar de hacer para hacer que los demás; abandonar una competencia técnica en general precisa por otra que aparece más borrosa o etérea: la de dirigir a personas.

Es una decisión difícil puesto que todo el mundo tiene sus ideas personales sobre como mandar saber dirigir mientras que lo es mucho menos la pericia en la electrónica de los microprocesadores o los patrones de corte de pantalones. Pasa en la dirección de personas como en el fútbol, todo el mundo se siente entrenador nacional y está dispuesto a criticar al titular, pero a los jugadores es más fácil reconocerles el talento.

Siendo estos jefes, que pueden ser técnicos y racionales, comprenden que las capacidades técnicas se pueden medir, y por tanto reconocer, mientras que la calidad del liderazgo resulta más apreciativa y por tanto más criticada. Así que, consciente o inconscientemente, se escudan en lo tangible (su capacidad técnica) cuando su verdadera misión se desarrolla en lo intangible (entrenar a personas para que rindan lo mejor posible).

Por lo que cuando un jefe basa su autoridad en sus capacidades técnicas personales, es porque siente que su liderazgo carece de legitimidad. Al no dominar el arte de entrenador, por lo menos quiere ser el mejor jugador.

Pero en el mismo momento que recurre a su tecnicidad personal para conseguir una ascendencia sobre sus colaboradores, les está dando el mensaje de que ellos no son lo suficientemente competentes en sus funciones y tareas. Está creando dependencia en sus colaboradores lo que conlleva dos consecuencias perversas:

- El éxito pasa a ser del jefe, no de su departamento, lo que priva a los colaboradores del principal motivador en el trabajo: los logros.

- Empobrece las aportaciones del equipo, la creatividad, la iniciativa, porque los colaboradores aprenden que la buena solución, es la del jefe (el famoso "el jefe tiene razón").

El jefe-técnico suele dirigir un grupo poco numeroso, en el que considera a todos como si fuesen otros brazos y manos de su propio cuerpo. Piensa y pide ejecución en los mismos términos que sus propias ideas. El grupo se aparenta a un pequeño comando militar en el que todos obedecen sacrificadamente al sargento. Este tipo de grupo puede conseguir resultados insuperables en misiones puntuales, pero al coste de tensiones afectivas personales (véase el artículo La Supermotivación) y de fuertes limitaciones creativas (las órdenes vienen siempre de arriba). Cuando el número de colaboradores aumenta, las interrelaciones personales producen fenómenos sociales que el jefe-técnico no es capaz de entender ni llevar. Es cuando aparece y se multiplica la ineficacia.





EL EJECUTIVO:

Del latín exsecūtus (“cumplir”, “consumar”), el término ejecutivo se refiere a aquello que no permite que se difiera su ejecución. Por ejemplo: “El intendente dio una orden ejecutiva para que se arreglen todas las escuelas y hospitales de la jurisdicción”, “Un decreto ejecutivo del presidente permitió la liberación de los cuatro detenidos”.

Ejecutivo es, por otra parte, una persona que es integrante de una comisión ejecutiva o que ejerce un cargo de alta dirección dentro de una empresa.


EL LÍDER:

(Artículo)

¿Quién es el líder?


Mucho se habla hoy sobre el liderazgo y a muchos se les llama líderes. Este interesante artículo diserta sobre quién merece realmente tal apelativo.


En nuestros días se cree que los líderes son aquellas personas superdotadas, aquellas personas con carisma, influyentes, con una gran oratoria, que lo han conseguido todo en la vida, aquellos exitosos, que despiertan admiración en los demás.

Si bien es cierto algunos líderes pueden tener alguna de estas características o todas, ¿significa acaso que el conjunto de esas características definen en realidad quién es un líder y quién no?

También se habla mucho de la existencia de un líder positivo y de un líder negativo y la bibliografía contemporánea confirma esto. ¿Pero acaso es verdad que existe un líder negativo y otro positivo?

La pregunta entonces sería:


¿Quién es el líder?


Remontándonos a las enciclopedias encontramos las siguientes definiciones:


Líder = Guía


Guía = Persona que enseña y dirige a otra.


Guía = Persona que acompaña y enseña a otra el camino.


Dirigir = Enderezar, llevar rectamente una cosa hacia el término.


Aconsejar y mostrar, enseñar o indicar el camino.


Guiar, encaminar, gobernar, regir.


Enseñar = Dar ejemplo


Ejemplo = Se refiere a algo para que se imite, si es bueno, o se evite si es malo.


Gracias a estas definiciones y a la antropología podemos entonces definir que el líder es aquella persona humana que conduce a los demás por el camino del bien y hacia el bien.


Aquel que “conduce” a los demás por el camino del mal, en el fondo no conduce, desvía; no lleva por ningún camino, porque el mal no tiene sentido.


El líder siempre busca el bien de los demás y el de sí mismo, siempre busca conseguir ese bien con medios buenos.


De esta manera rechazamos categóricamente la existencia de un líder positivo y otro negativo, el líder siempre es bueno. Y entonces ¿quién es aquel que influye en los demás y los desvía del camino?; Ése es un manipulador, no un líder.


El líder se realiza a plenitud cuando su dirección parte de un corazón reconciliado consigo mismo y con los demás, de un corazón ardiente que busca dirigir porque en el fondo quiere amar, al punto de dar la vida por los demás.


El liderazgo es en el fondo una vocación de servicio, y para servir mejor hay que empezar por ser dueños de nosotros mismos, para que siendo más nosotros mismos podamos darnos íntegramente a los demás.


Si esto no ocurriera en el fondo ese querer ser líderes sería una inconsciente pretensión de llenar los vacíos de nuestro corazón con el título del líder, para de esta manera sentirnos importantes ante los ojos de los demás porque en el fondo no nos sentimos valiosos e importantes y esto se da porque no sabemos quiénes somos.


Y ese “bien” que se hiciera no tendría sentido porque nacería de una vana pretensión, no de la conciencia de los problemas en el mundo y en las personas. En el fondo nacería del egoísmo bajo la forma de vanidad.


¿De qué sirve ganar el mundo si me pierdo a mí mismo? El liderazgo entonces parte de reconocer quiénes somos, hay que empezar por liderar, conducir y guiar nuestras propias vidas. Quien no es líder de sí mismo no lo es de nadie. El líder tiene que tener claridad en su visión, fortaleza y amor en su conducción.


¿Todos pueden ser líderes?


Hay 2 ideas en constante debate:


- El líder nace.


- El líder se hace.


Sostengo que ambas tienen un fragmento de la verdad.


El líder nace por cuanto no todos estamos hechos para lo mismo en la vida, unos tienen vocación para ser profesores y otros la tendrán para ser administradores, etc.

El líder se hace por cuanto el ejercicio del liderazgo es un ejercicio de la virtud, y toda virtud para conseguirla amerita trabajo, las cosas no caen del cielo, hay que esforzarse por ellas.

Ahora bien sostengo que todos pueden ser líderes, porque todos pueden guiar a los demás en determinado momento de sus vidas.


También habría que decir que no todos van a ser líderes en cada circunstancia y en todo momento, depende de cómo es cada uno. Es más, todos somos seguidores en muchos momentos de nuestras vidas y eso implica también el buscar el camino del bien.


Finalizando sólo quiero pedirles que no se prostituya la palabra líder, porque se la desnaturaliza. Se cree que el borracho de la clase, el fumón y quienes generan desorden son líderes, se cree que quien se acuesta con una y con otra son ejemplos a seguir, se cree que Hitler fue un líder, y tantas mentiras que nos hacemos para no enfrentarnos a la verdad de las cosas y de nosotros mismos. Porque preferimos lo fácil, lo que no cuesta, lo que no demanda sacrificio, lo que tampoco genera sentido, lo efímero, lo que no perdura, buscamos “líderes” de barro que nos motiven a seguir ensuciando nuestra infinita dignidad y de esta manera seguimos ahondando la llorosa mirada que acompaña nuestra sonrisa, poniéndole más cemento a nuestros corazones, seguimos siendo asesinos de nuestro propio hogar: el mundo.


Gonzalo Indacochea Rodrigo
Alumno de la Universidad Católica San Pablo (Arequipa)

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Autor: Gonzalo Indacochea







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